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Las castañas

Las castañas.

Recuerdo aquellos días en los que todos estábamos sentados alrededor del fuego, donde cada uno con un cuchillo rajábamos las castañas , para después ponerlas entre las brasas  de la lumbre de la cocina y asarlas. Contemplábamos el crepitar de las chispas y el ruido que hacían al irse asando y mi madre con unas tenazas largas de hierro las iba sacando, de una en una.
Sí , mi madre con todo el don y la alegría que tenía para hacer que a la familia las tardes de invierno en casa nos resultaran cálidas .
Mientras comíamos las castañas aún calientes, en la mesa del comedor jugábamos al parchís y a las cartas y el que perdía ponía una “ perra chica” del monedero de céntimos, expresamente guardado para esas ocasiones.
Lo peor eran los días de tormenta, en los que caían rayos y sólo había un pararayos para todo el pueblo y mi madre nos decía que teníamos que estar sentados con los pies en alto y la puerta de la casa abierta para que pasara el rayo y por la del patio saliera.
Mi madre en voz alta repetía:
-¿Cuándo vendrá vuestro padre del campo?.
-¡Que preocupación¡, con la tormenta que hay.
-¡Que no le haya pasado nada!.
-Rezad un padrenuestro, hijos míos.
Yo imaginaba a mi padre volviendo con el carro tirado por mulas  a todo galope, para llegar cuanto antes a casa y ponerse a salvo, porque se decía que lo peor en una tormenta es estar cerca de los árboles.
Por fin llegaba con las botas llenas de barro y todos nos abrazábamos a él, el cual iba repartiéndonos castañas que sacaba de un saco. Luego se iba a cambiar y a asear y de nuevo nos sentábamos alrededor del fuego y nos contaba su vida en el campo que nosotros escuchábamos absortos.

Maribel FC


Una carta.

Una carta.

Querida Aurora:
Empecé a notarme muy cansada cuando iba pedaleando a impartir mis clases,a aquella escuela, que tu conoces, a las afueras de Sevilla.Con lo cual dejé la bicicleta y cada mañana cogía el autobús, aunque tenía que madrugar más.Ya sabes tu lo mal que funciona el transporte público.
Durante la comida ,con mis compañeros sentía naúseas y ellos de broma me decían:¡A ver si vas a estar embarazada!.Pero no se de quién ¿verdad? Me quedé tan agusto al cortar con aquel psicólogo loco… que rechacé a cualquier chico que se me acercaba.
Te preguntarás que porque no fuí a la consulta de un médico, pues sí , cuando observé que me dolía mucho la espalda y el estómago, con el simple movimiento del autobús, fuí.
Me hizo una exploración y me derivó a digestivo allí, después de una analítica, me diagnosticaron hepatitis: dieta y mucho reposo.
Y en eso estoy, cuando me deja la gata de mi tía, a la que no he sabido decirle “no”, cuando me ha pedido que se la cuide por un mes y está en celo y no hay quien le haga tomar las pastillas que le ha recetado el veterinario, para que se calme, me araña , se eriza, sale a correr desesperada, escupe la pastilla…
Para colmo, pensando en compartir los gastos de alquiler del piso, lo comparto con una chica enfermera que es un desastre, se pasa el día con el pintalabios, pero el fregadero lo deja a rebosar de platos sucios.
Te ruego Aurora que me invites a ir a tu pueblo un tiempecito prudencial.
Esperando tus gratas noticias,
Un fuerte abrazo,
Marisa.

Mis tías Gloria y Beatriz

Mis tías Gloria y Beatriz.
Vivían en el pueblo las dos vestidas de luto , eran mayores pero no viejas. Se pasaban el día en la salita, allí tenían una mesa camilla junto a la ventana de la calle Real, por donde pasaba medio pueblo. Ellas veían la vida pasar entre puntadas y remiendos que hacían por encargos.
Al fondo de la sala tenían una cama de hierro muy grande donde dormían las dos juntas, con la colcha blanca de ganchillo hecha por ellas.
Según entrábamos en la habitación lo primero que hacíamos , mis primas y yo, era darles un beso y ellas nos sonreían. De ahí pasábamos a disputarnos una mecedora de caoba, donde nos mecíamos, cantábamos y nos veíamos reflejadas en un gran espejo con marco de madera colgado en la pared vacía.
Al lado de la mecedora estaba la sala de baño con un retrete, un lavamanos con jarra de agua y palangana de cerámica todo impegnado de un grato olor a jabón de glicerina.
Las dos sentadas en su mesa camilla cosiendo y escuchando radio nacional de España nos repetían “ tened cuidado niñas no salgáis a la calle que os pueden raptar, ya han dado bastantes casos  en la radio”.”Pero titas si en este pueblo todos nos conocemos”.
“ salid vosotras de casa y ya veréis”” veréis  de noche las farolas de la plaza encendidas y el kiosco de chuches en el centro y el bar de Bertrán con los veladores puestos y nuestros padres tomando un vinito”
Pero ellas no salían , mi madre y mis tías les llevaban las pequeñas compras que necesitaban.

MaribelFC