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Isabel y Carla

Isabel y Carla

Isabel morena y delgada,  Carla rubia y bajita, están sentadas en su amplio salón de su piso del ensanche iluminado por la luz que entra a través de los visillos de los grandes ventanales.
Desde su sillón de cuero gris, Isabel le acerca una bandeja con pastitas de té a Carla que está recostada de forma desenfadada en el sofá del mismo color.
Sobre la mesa baja, grande y rectangular, hay varios álbumes de fotos que miran y comentan. Carla le refresca a Isabel  la memoria con sus comentarios sobre las fotografías ya que a sus 63 años está baja de facultades.

Las dos amigas aman esas fotografías son del viaje a Italia en 1970.Era una Semana Santa de tiempo benévolo. Isabel llevaba un bolsito pequeño porque le habían dicho que cuidado con los carteristas en Italia y en él guardaba los cheques travel que iba cambiando en el banco ambrosiano por dinero en efectivo, Carla aficionada a la fotografía, llevaba una buena cámara con lo cual no faltaron fotos de las dos en el Coliseo o en el Vaticano o en el palacio Piti de Florencia .Fotos en las que no estaban solas porque a donde iban siempre conocían a algún chico italiano con el que compartir el buen café  y los paseos en góndola por Venecia. Derrochaban juventud a su veinte años. Estaban en tercer curso de carrera.

Isabel dejó la carrera para casarse con un pretendiente rico y ahí se distanciaron las amigas. Isabel invitó a Carla a ir a su casa a cenar para celebrar su treintavo cumpleaños pero a Carla no le caía bien su marido pues tenía un humor mordaz y a Carla ante todo le gustaba la sensibilidad, así es que sólo se veían  en casa de Carla  para  conversar alegremente sobre sus vidas y hacían planes para ir a ver a Francesco, ese amigo  italiano al que dejaron de ver pero con el que Carla mantenía correspondencia.

Planearon un viaje a Florencia se quedarían en casa de Francesco quince días era el año 1980. Hicieron sus maletas y Carla se llevó un lienzo para pintar allí quería regalárselo a Isabel. Estando en Italia Isabel recibió un telegrama en el que decía que su marido estaba en la UVI muy grave. Ella sin dudarlo, cogió el primer vuelo y llegó a Barcelona pero tarde. Había muerto de un infarto.

Isabel le guardó dos años  de luto mirando los recuerdos de su marido en su casa y recordando el tiempo que habían pasado juntos y a pesar de que Carla la animaba a que se fuera a vivir con ella, prefirió esperar un tiempo.
Carla iba a visitarla y comprobaba que Isabel había abandonado su aspecto físico y que estaba hundida en la tristeza por no haber tenido un hijo y ahora encontrarse tan sola sin su marido.

 Pasaron los meses hasta que salió de su casa para ir a un psicólogo. Continuó con sus visitas varios años y empezó a salir a la peluquería y de compras con Carla.
Al cabo de unos años vendió la casa y se fue al piso del ensanche con su amiga.

Las dos amigas charlan ahora con Francesco que ha venido a pasar unos días con ellas a Barcelona y ríen al ver las fotos de cuando eran unos jovencitos.

  ─Han pasado ya cuarenta años –dice Carla y yo me siento joven estando con vosotros.

─ ¡Esta noche tenemos que ir a un bar musical a bailar!- dice Francesco animado.



Maribel Fernández Cabañas